14 de enero de 2013

Fuego

Este amanecer huele a gasolina. Llevo demasiados días dejando que todo se empape de este líquido inflamable. Sentado en mi trono, aspirando suavemente los gases, dejando que me contaminen, que invadan mi cerebro. En la mano derecha, mis reumáticos dedos no paran de jugar a marear un encendedor. Encendiéndolo. Apagándolo. Jugando con mi propio destino. En la mano izquierda, su foto. Sin dejar de mirarla. Lo único que hace que esta maldita agonía no haya cesado, que aún no haya ardido todo, mi única esperanza.

Y es que alguien me dijo una vez, "no hay verdadera desesperación sin esperanza".

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