13 de enero de 2013

Paseo

Miro por la ventana de mi piso. Todo está teñido de un gris apagado. No sólo los edificios, el asfalto, el cielo ha decidido hoy ir a juego con ellos. Es Domingo. Se nota. Todo tiende a esta más que familiar melancolía y empiezo a asfixiarme entre estas paredes. Salgo a dar un paseo con la esperanza de que esté lloviendo, pero parece que no habrá suerte con eso. Las nubes sólo amenazan, pero no regalan ni una gota más. Aun así me encanta mirar al suelo mojado, pues las luces de la ciudad hacen que brille como si estuviese cubierto de millones de lentejuelas. La calle se viste de gala para acompañarme.

Me coloco los auriculares con cuidado. Ajusto el volumen, la música fuerte, pero que me permita oír la ciudad de fondo. A ver qué tal se porta el aleatorio...

Sabe darme donde duele. Parece que sabe como me siento. Y no para de ponerme nuestras canciones. Cada tema que comienza me recuerda más aún a ella que el anterior. Pero... Me doy cuenta de que mire donde mire, todo me recuerda a ella. Es lo que tiene coincidir en tantas cosas... Maldito nudo en la garganta. Me hace agachar la cabeza. Yo, que siempre voy cabeza alta, serio, cara de malas pulgas. Incluso me han dicho que tengo pose de matón.

Creo que voy a volver a casa. Este paseo no es nada sano en estos momentos.

Y el aleatorio a lo suyo. Apretando. Y yo, como buen masoca, le dejo que me torture. Suspiro. Giro de ciento ochenta grados y regreso.

Todo el mundo me dice que pase página... Pero... Ella es la ilustración a doble cara más bonita de todo este cómic. Pienso eso, me río por lo friki que soy, y me imagino a ella riéndose de esa tontería. Sonrío, el nudo se aprieta aún más, el corazón se para un instante...

Ella fue un sueño que se hizo tangible pero que tan fugaz como llegó, se evaporó. Apareció, le dio la vuelta a mi existencia, a mi cabeza... Y se marchó.

Quizás no la merecía. Ni la merezco. Ni la mereceré. Nunca creo merecer nada. Siempre he tenido mucho que dar, pero nadie que lo quiera. Nadie ha querido nunca que le demuestre lo que valgo. Nunca ha llegado esa oportunidad.

Todo esto suena bien en mi cabeza, como quedará luego plasmado por mis manos. Deberían inventar una máquina que transcriba los pensamientos. Aunque ahora mismo escribirían demasiado su nombre... Si es que alguna vez puede ser "demasiado".

Entro en casa. Me quito los cascos. Este silencio duele, pues suena a ausencia.

No, hoy no voy a hacerme esto. Esta noche el señor Jack Daniel's y yo nos volvemos a ir a dar un paseo nocturno. Y no, yo no bebo para olvidar, bebo para que no duela el recordar.

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